domingo, 10 de julio de 2016

Asamblea Ciudadana de Podemos Extremadura. O ciudadanización de la democracia o aparatismo burocrático

Por Javier Caso Iglesias | Analista Político

En las últimas entrevistas concedidas Juan Carlos Monedero lo ha dicho alto y claro, esperemos que Pablo Iglesias, Ínigo Errejón, Carolina Bescansa y Pablo Echenique lo entiendan:
1.- En la reflexión acerca del millón de votos, tenemos que preguntarnos qué hemos hecho mal, no qué nos ha quitado votos.
2.- La lógica partidista sacrifica los vagones para primar la locomotora, algo que se me hacía cercano a la vieja política y que todavía puede estar escondido en algunos rincones de la organización.
3.- Estamos en una crisis civilizatoria, pues cambia el mundo del trabajo, los flujos migratorios, el envejecimiento, cambia nuestra vida cotidiana y si cambia todo esto, es evidente que la ciudadanía tiene que enfrentar los contornos de un nuevo contrato social. Y eso es algo que ninguna vanguardia va a solventar.
4.- Unidos Podemos tiene que ser un partido de nuevo tipo, donde existan nuevas formas de militancia diferentes de las tradicionales, que te permitan entrar y salir, y que trasladen la condición líquida de la sociedad a los partidos.
5.- Hay quién prefiere quedarse en la inconmovible certeza de su lectura antes que atreverse a la incertidumbre de entrar en sitios inexplorados. Unidos Podemos ha avanzado hacia posiciones muy novedosas, eso no quita que siga habiendo dos almas, una como muleta del PSOE y otra dispuesta a entender que los partidos son herramientas para conseguir la emancipación, que lo importante es el para qué y que el cómo es instrumental. Se está haciendo ese viaje y tenemos que hacerlo. En todo caso, las fricciones entre Podemos e IU se disuelven construyendo un frente amplio en el que estén Equo, las Mareas, En Comú Podem, etc., en el que cada cual tenga su identidad particular, pero al mismo tiempo todos vayamos en la dirección correcta.
6.- Siempre va a haber gente que, como en los viejos partidos, construya oligarquías o leyes de hierro, por lo que es bueno que se rote. Hay que mirar en muchos sitios y ensayar.

En Extremadura comenzamos a avanzar en ese sentido, el primer paso ha sido activar el procedimiento de consulta sobre la Convocatoria de una Asamblea Ciudadana. Pues, como se afirma por parte de un número importante de Círculos de Podemos en la región, cito literalmente, "teniendo en cuenta que durante este tiempo político que consta de dos años hemos estado inmersos en numerosos procesos electorales, y debido al ritmo acelerado el cual nos han impedido que desarrollásemos una Asamblea Ciudadana; y dado que este ritmo tras el 26J ha cambiado, ahora es el momento apropiado para hacer la primera Asamblea Ciudadana en Extremadura. Donde tanto inscritos como activistas hablemos del camino recorrido hasta ahora, de líneas políticas y de trabajo futuro que debemos marcarnos para seguir caminando por el cambio de Extremadura, donde los Círculos seamos partícipes activos de este cambio con nuestro empoderamiento que al menos a fecha de hoy no es tangible".

Por mi parte opinio que recabar apoyos de inscritos puede ser una actividad interesante -y complementaria a esta que comienzan a llevar a cabo los Círculos de Podemos en Extremadura- a realizar por parte de los Grupos de Opinión de Podemos que se están conformando en la región. Esta tarea puede servir también para sondear la opinión de los inscritos sobre la necesidad de ir planteando con claridad el tipo de organización que queremos y nuestra posición política clara.

Mi criterio ya lo conocéis y coincide bastante con el de Juan Carlos Monedero, pienso que frente al partido de tipo clásico y populista por el que han apostado y apuestan los denominados "Equipos CQP" (Claro que Podemos), nosotros hemos de trabajar por una estructura política que ciudadanice la democracia y empodere a los/as incritos/as y a la gente frente al aparatismo burocrático y excluyente que han promovido los Equipos CQP.

Unidos Podemos ha de ser como el sujeto del devenir que, en su día, definió Aristóteles, una organización en avance de forma permanente e inexorable hacia el desarrollo inherente de todas las potencialidades que le son propias (a sus inscritos y a la ciudadanía en general); Al igual que la semilla que tiende a ser planta, o el embrión que tiende a ser organismo. Y, a este fin, debe estar puesta toda la organización, en especial sus órganos de gestión que deben de dejar de ser aparatos burocráticos y excluyentes como hasta ahora.

¿Qué os parece a vosotros?

viernes, 8 de julio de 2016

La Asamblea Ciudadana Regional y la tarea de los grupos de opinión de Podemos Extremadura

Javier Caso Iglesias | Analista Político
 

La tarea de los grupos de opinión de Podemos Extremadura ha de ser, durante esta etapa estival, ir recogiendo opiniones, sugerencias e ideas para que, después del verano, ir organizando con la mayor participación y aportación de la gente posible esa necesaria convocatoria de la Asamblea Ciudadana Regional de Podemos Extremadura que, con el título, "Que no te de miedo la democracia" se hace vital desarrollar al objeto de reflexionar sobre la necesidad de abrir y democratizar las decisiones de Podemos de Extremadura para que no sean tomadas en exclusiva por el Consejo de Coordinación sin la  participación del Consejo Ciudadano y de la Asamblea Ciudadana Regional.

Será positivo pues reunirse, una vez pasado el verano y tanto online como presencialmente, para intercambiar ideas y puntos de vista. Así como para invitar a estos encuentros a otras personas de otros grupos de opinión que se están conformando en la zona y por toda la región.

La mayoría de estos grupos de personas coinciden en ese trabajo y tarea de hacer de Podemos Extremadura un lugar más abierto, inclusivo y participativo en el que se nos tenga en cuenta a todos y no existan, como hasta ahora, vetos ni exclusiones.

Además, también coincidimos en pedir la convocatoria, para después del verano, de una Asamblea Ciudadana Regional que haga más transparente, participativa y democrática la toma de decisiones dentro de Podemos Extremadura. Pues entendemos que la cultura piramidal de los equipos CQP ha llevado a la organización a una inoperancia e inercia que la imposibilitan para afrontar ese objetivo de conformar amplias mayorías sociales, inoperancia e inercia que, por el contrario, han llevado a Podemos a perder más de un millón de votos en las elecciones del pasado 26-J en relación al 20-D. Todo ello por esa confusión intencionada de los equipos CQP entre poliarquía y democracia (http://goo.gl/UBnIZy) con el objetivo de conquistar cuotas de poder dentro de la organización.

Estamos abiertos pues a todas vuestras sugerencias e ideas para el logro de este fin.


lunes, 4 de julio de 2016

Pasan los años pero algunos seguimos insistiendo en el Frente Amplio Ciudadano y Popular, no excluyente

Por Javier Caso Iglesias | Analista Político

El día 27 de mayo del año 2014, trabajando propuestas surgidas un año antes, escribí un artículo titulado "Sobre el Frente Amplio Ciudadano y Popular, no excluyente".

En este artículo decía que este Frente Amplio Ciudadano y Popular, no excluyente, solo sería posible cambiando la metodología de relación para con los demás. La diferencia, establecía, está en la metodología, no en las propuestas. Se trata de empoderar a la ciudadanía y no a ninguna casta de partido.

El Frente Amplio Ciudadano y Popular lo ha de ser con todos/as y sin exclusiones, un Frente Amplio muy participado por la ciudadanía, tanto en la elaboración de sus programas y propuestas como en la elección de sus candidatos/as a través de procesos de primarias ciudadanas abiertas.

Tengamos en cuenta, insisto, que se trata de conformar un Frente Amplio Ciudadano y Popular cuyo objetivo sea ser alternativa de gobierno para empoderar a la ciudadanía, no un marginal "frente de izquierdas" sostenedor de castas y oligarquías de partido al servicio del sistema; para ello, dicho sea con palabras de Julio Anguita, hemos de "ganar a la población, con palabras claras, con un mensaje que no tenga aristas" y así construir un "contrapoder" que en su momento asuma la tarea de gobernar con otros principios. Para ello, ha apostado por no hablar de "izquierda", o de "centro", sino de programas electorales.

También en mi artículo titulado "Frente Amplio Ciudadano o Coalición de Partitocracias" indicaba que no se trata de crear una nueva sigla, ni de darle potencia a esa nueva sigla o coalición de siglas. Pienso que lo que ha manifestado la ciudadanía es que desea abrir procesos de empoderamiento de ella misma, indistintamente de la sigla que se use para ello. No se si a esta altura de la película alguno se acuerda de aquella frase que Marx y Engels quedaron escrita en ese popular Manifiesto que redactaron y que decía que "la emancipación de la clase trabajadora debe ser obra de la clase trabajadora misma". O si alguien recuerda esa estrofa de aquella popular e internacional canción, escrita en 1871 por Eugène Pottier, que decía "ni en dioses, reyes ni tribunos, está el supremo salvador. Nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor".

La ciudadanía desea un Frente Amplio, pero un Frente Amplio que sea ciudadano y popular, no una coalición de partitocracias en la que cada opción política desee meter a los suyos. Esto sería un nuevo error. No hay que empoderar a las siglas o coaliciones, sino a los ciudadanos. Esto es lo que he estado tratando de expresar de una forma constante. Por mi parte siempre he entendido que el objetivo era el de empoderar a la ciudadanía, no crear o reforzar unos chiringuitos políticos para sustituir a otros.

Se trata, por tanto, de ser una herramienta al servicio del empoderamiento de la ciudadanía, esto es lo que debe quedar claro, no conformar un nuevo lobby político.

El Frente Amplio ha de ser ciudadano y popular. Muy participado por la ciudadanía, tanto en lo relativo a la elaboración de sus propuestas como en la elección de sus candidatos. Y hacer esto de verdad. A través de procesos de primarias ciudadanas u otros mecanismos que permitan esta participación al máximo nivel. Ya no vale el elaborar listas a espaldas de la ciudadanía. Ya no vale lo de todo para el pueblo pero sin el pueblo.

Las ideologías han hecho mucho daño al pueblo, aún hay una parte del mismo que cree en cantos de sirena ideológicos, por eso aún se vota a ese PSOE socioliberal que modificó el artículo 135 de la Constitución para poner por delante el interés de los mercados financieros al de los ciudadanos, el mismo PSOE que aprobó 8 contrareformas laborales precarizadoras del mercado laboral, el mismo PSOE que nos aumentó la edad de jubilación y el período de cotización para conseguir una pensión digna. Pero todo esto irá cambiando en la medida que la ciudadanía se hace más consciente de lo que quiere. No desea que se la gobierne, sino autogobernarse. No desea que se la represente, sino autorepresentarse.

A día de hoy estas ideas están más vigentes que nunca. O es Frente Amplio Ciudadano y Popular, no excluyente, o las fuerzas progresistas de este país seguiremos en la más absoluta testimonialidad.

-o-o-o- Espacio destinado a informaciones de interés social -o-o-o-

Manifiesto por un Frente Amplio Ciudadano y Popular

miércoles, 6 de abril de 2016

Parece que por difundir este artículo de Paco Puche se te amenaza con apertura de expediente en Podemos Extremadura

Por Javier Caso Iglesias | Analista Político y Miembro del Foro de Opinión de Inscritos y Simpatizantes de Podemos

Les traslado a mis compañeros de Bases Podemos que no siempre es posible la vida política dentro de los Círculos de Podemos. La organización, en algunos lugares, se ha vuelto muy toxica para la vida política y social.

Como muestra de ello comentaros que en Extremadura, según me cuentan, han empezado a amenazar con abrir expedientes a inscritos en Podemos por difundir este artículo que se adjunta de Paco Puche, ingeniero experto en amianto y miembro de Ecologistas en Acción (El filtro del transfuguismo: aviso a Podemos); indicar que se trata de un artículo del año 2014.

O sea: ¡¡¡Se amenaza ahora a inscritos de Podemos con la apertura de expediente disciplinario por difundir un artículo de hace dos años!!! ¿Tan peligroso es este artículo que Podemos se tiene que auto-proteger abriendo expedientes y llevando a compañeros a la Comisión de Garantías por difundir este artículo? ¡¡¡Me parece inaudito!!!

Lo suyo sería tomar medidas contra el autor del artículo si lo que se dice en el mismo es falso, pero no amenazar a compañeros inscritos a Podemos Extremadura con abrirles expedientes ante la Comisión de Garantías por difundir este artículo.

Si os es posible ruego que leáis este artículo y me trasladáis vuestra opinión al respecto, indicándome aquellas cuestiones que puedan ser controvertidas para hacérselas llegar tanto a Paco Puche como a Ecologistas en Acción. Gracias.

Un abrazo a todas/os. Seguimos en contacto.

* Este es el enlace al artículo citado:
El filtro del transfuguismo: aviso a Podemos. Por Paco Puche
http://www.rebelion.org/docs/189127.pdf

jueves, 4 de febrero de 2016

La militancia en la organización de nuevo tipo

Por Javier Elorriaga Berdegué

Los que estamos embarcados en la enorme tarea de construir una organización política de nuevo tipo, que se oriente bajo la idea zapatista de hacer política sin plantearse la toma del poder, que no acepte seguir las viejas reglas y calendarios de la clase política, que busca acompañar y no vanguardizar a nuestro pueblo en sus luchas, nos enfrentamos a un problema igual de mayúsculo que el demostrar que se puede hacer política sin aspirar o suspirar por el poder: la militancia dentro de esa organización que día a día se está construyendo, es decir, las relaciones sociales que se dan entre un grupo de compañeras y compañeros que han decidido trabajar y convivir juntos para lograr una serie de objetivos políticos. Sin una militancia también de nuevo tipo, es imposible hablar de una organización política que se quiere de nuevo tipo y por lo tanto de una práctica política consecuente con esta caracterización. Es por eso que en este artículo de Rebeldía quiero reflexionar un poco sobre la militancia en una organización de nuevo tipo.

Lo primero que podemos decir acerca de la militancia es que ésta tiene que ser asumida de una manera conciente y voluntaria por cada miembro de la organización política. Y aquí conciente y voluntaria significa comprender y aceptar no sólo los objetivos políticos de la organización, sino también, y fundamentalmente, la práctica política que cada militante de la organización debe de seguir. Y más cuando decimos que la organización que queremos construir, la queremos zapatista, es decir, una organización que basa "su acción no sólo de acuerdo a un análisis teórico, sino también y sobre todo, de acuerdo a lo que consideramos es nuestro deber". (SCI Marcos, El mundo: siete pensamientos en mayo de 2003).

Cuando decimos que queremos construir una organización de nuevo tipo, es porque pensamos que las formas organizativas que a lo largo de la historia se ha dado la izquierda para transformar la realidad, ya no funcionan como tales en el momento histórico que vivimos. No echamos por la borda todo lo que se ha hecho ni decimos que nada funcionó, no es que las demás organizaciones de izquierda sean malas o no sirva lo que hacen, es simplemente que pensamos que hay que construir de otra manera para que algún día la mayoría pueda decidir libremente su destino, por eso queremos intentar nuevas formas organizativas, por eso estamos construyendo una organización en específico y no queriendo reformar la práctica de las ya existentes. Igual nos equivocamos y nunca logramos lo que queremos, pero tenemos el derecho de intentarlo. Salirse de la lógica del poder, de su tablero y de su calendario, y a la par construir teniendo en mente que se está sembrando para que otros sean los que cosechen, sólo se puede hacer con humildad, paciencia histórica y la seguridad de que lo que estamos construyendo es correcto, aunque no se vean los frutos en el corto plazo. Seguramente el militante tendrá que oír a lo largo de su vida muchos "así no se puede", "por ese lado sólo te aíslas y no pesas políticamente", "la gente no te hace caso si no les planteas algo más concreto", "si no tienes una propuesta acabada para qué te va a escuchar la gente", "sin poder no cambias nada", etc. Por eso el militante tiene que estar muy conciente de que no sólo está luchando contra el actual sistema de explotación y exclusión, sino sobre todo de que tiene que luchar con otras herramientas y bajo otras reglas que las que el poder ha impuesto. Y en tanto que esas reglas apenas las está construyendo, muchas veces su actividad lo hará no sólo enfrentarse al Poder, sino a recibir las críticas más fuertes por parte de quien también está luchando, con viejas reglas y métodos, contra ese mismo poder.

Así pues, el militante se puede encontrar con que su forma política de actuar la mayoría de las veces no es entendida, ni compartida, por otros luchadores. Pero eso en realidad no debe causarle muchos problemas si su conciencia y la práctica política de su organización lo fortalecen en el trabajo diario. De hecho, las críticas las tiene que escuchar y analizar para no caer en la soberbia de pensar que todo lo que hace es correcto y no puede aprender nada de los demás, lo que lo alejaría poco a poco ya no de otras organizaciones, sino del pueblo mismo con quien debe estar siempre caminando hombro con hombro.

Pero aparte de estas razones, hay otra más por la que el militante tiene que estar muy claro del camino que voluntariamente escogió. La construcción de una organización rebelde, que busca realmente ayudar a destruir el actual sistema de explotación y exclusión que vivimos, llevará a que tarde o temprano esos mismos miembros vivan no sólo las formas más directas de represión por parte del Estado, sino muchas presiones más del propio sistema político, económico y social en que dicha organización y sus militantes se mueven. A lo largo de la historia se ha demostrado que la represión abierta en sí no puede terminar con la rebeldía, siempre quedará alguna semilla y alguien dispuesto a cultivarla. No sucede lo mismo con otras armas que adquiere el sistema, tal vez menos directas, pero igual de destructivas a la larga y que, por lo menos en nuestro país, son las que han destruido a la mayoría de las organizaciones que buscaban cambiar de fondo las relaciones políticas, económicas y sociales: hablamos de cómo el sistema político se va refuncionalizando conforme el tiempo transcurre y cómo en esa refuncionalización va aplicando métodos de cooptación frente a quienes lo combaten, logrando así ir incorporando poco a poco a la oposición, primero en su práctica, y después en su conciencia, al sistema mismo, hasta quitarle toda posibilidad real de rebeldía y por lo tanto de transformación radical de la realidad. Engullirlas pues, sin necesidad de masticarlas. ¿No fue lo que logró el sistema político mexicano, con dos representantes que ejemplifican muy bien estas mismas caras del Poder, Reyes Heróles y Gutiérrez Barrios, uno con la guerra sucia, las torturas y desapariciones, el otro con la "legalización" de varios grupos políticos, en la década de los setenta y ochenta del siglo pasado? Represión e incorporación, igual de letales en sus objetivos contra la oposición al sistema.

El camino es pues muy difícil para el rebelde. Es por eso, precisamente por eso, que quien decida militar en una organización de nuevo tipo, rebelde, que esté dispuesta a no jugar en el tablero del poder, tiene que estar muy conciente de que será, más que un actor político, un sembrador de semillas, es decir, que los frutos de su rebeldía y de su lucha tal vez no los llegue a ver, que no hay recompensa pues, más que la satisfacción del deber cumplido. Y eso se puede decir muy bonito, pero si no se tiene plena y concientemente asumido, es sumamente difícil cumplirlo día a día en el trabajo que implica construir una organización política que no lucha por el poder, pero sí por "iniciar, seguir, acompañar, encontrar y abrir espacios para algo y para alguien, nosotros incluidos." (SCI Marcos, El mundo: siete pensamientos en mayo de 2003).

Por eso la segunda cosa que le da su esencia a la militancia es que ésta es mucho más que una cuestión individual. Si bien se parte de una convicción individual, la militancia tiene que entenderse, y sobre todo practicarse, como una actividad colectiva. Si realmente entendemos que el rebelde siembra las semillas para un fruto que otros recogerán, entenderemos también que con unas cuantas semillas no basta, que hacen falta muchos sembradores para que nuestros intentos algún día fructifiquen. Por eso el rebelde individual es muy encomiable y una necesidad como punto de partida, pero el rebelde se tiene que organizar junto con otros rebeldes y confiar en que si uno cae, muchos más seguirán. La confianza en el otro es del mismo calibre que la confianza de un futuro mejor para todos. Si en momentos dados no podemos dejar de lado lo que pensamos que es correcto y escuchar lo que otros están diciendo, comprendiendo que al igual que nosotros no ganan nada para sí mismos con esta lucha puesto que están sembrando para un futuro que no les tocará, entonces tal vez seremos muy rebeldes, pero seguiremos llevando en la médula el viejo sistema que intentamos destruir, ese que está basado en el individualismo, en el mejor presente individual sin importar para nada el futuro colectivo; nuestras semillas estarán marchitas pues. La militancia entonces tiene que ayudar a que el rebelde escuche, más que hable; consense, más que imponga; acompañe, más que vanguardice.

La militancia necesita entonces irse construyendo en colectivo, en un proceso que va íntimamente ligado al proceso mismo de construir la organización que se quiere de nuevo tipo. Se llega a la organización con muy buena voluntad, pero ahí dentro, junto con los demás compañeros y compañeras hay que ir aprendiendo a ser un militante de nuevo tipo, a ir construyendo y fortaleciendo lo que llamamos el espíritu de cuerpo. Tal vez algunas ideas que teníamos choquen con la realidad organizativa, entonces hay que tener confianza en el colectivo para ver porqué sucede esto, en lugar de inmediatamente decir que las cosas están mal y que hay que cambiarlas. Una vez más, la confianza en los otros es fundamental para este proceso, precisamente para poder incorporar la disposición y el trabajo de cada uno de sus integrantes, evitando así copiar otra de las esencias del sistema social que queremos cambiar, es decir, la estratificación de las personas, que unas valgan más que otras. En una organización política siempre existe el riesgo de que aquellos militantes que más tiempo tienen para el trabajo político y organizativo, empiecen a decidir por los demás, degenerando esto en que al final unos pocos hablan y deciden y todos los demás que sólo escuchan y acatan, o bien decidan salirse, o hacer una corriente interna para entonces intentar también decidir y que otros acaten, o quedarse simplemente en una actitud vegetativa que a la corta lleva a la organización a perder cualquier posibilidad de incidir en un cambio real de las cosas.

Y es aquí donde el planteamiento zapatista de mandar obedeciendo ayuda a que la militancia colectiva pueda ir respondiendo a los problemas organizativos y políticos que se le presentan en la lucha política diaria, de una manera práctica y concreta pero sin caer en las viejas formas de ir conformando una dirección alejada de los demás miembros de la organización, que va acaparando para sí todas las decisiones que el colectivo tenga que tomar en un momento u otro. La diferencia entonces con otras organizaciones formadas en la práctica y la teoría de la izquierda tradicional del siglo XX, no es si algunos dentro de la organización toman o no decisiones que involucran a todo el colectivo, sino la manera en que estas decisiones se toman. En la organización de nuevo tipo que se quiere construir, las decisiones no las toman individuos con base en sus intereses o creencias personales, sino con base en los criterios colectivos que la misma organización va desarrollando, en un proceso continuo de consultas y elaboración de consensos entre la mayoría de los miembros de la misma. Aquí no se relegan las decisiones de los militantes en una dirección, sino que se van adquiriendo responsabilidades que conllevan compromisos colectivos y por lo tanto los militantes que en determinadas ocasiones tienen que decidir algo, lo único que están haciendo es operativizar los acuerdos colectivos, es decir, están mandando obedeciendo. Y como este mandar obedeciendo tiene límites y contrapesos colectivos claros y establecidos, no se puede hablar de una dirección tradicional, sino de una serie de niveles organizativos que ayudan a que la organización se construya y haga su trabajo político de la manera más colectiva posible.

Por eso mismo también, la militancia tiene mucho de disciplina, no sólo la individual, exigirnos cada vez más para ser mejores, sino también la colectiva. Sí, ya sé que a muchos rebeldes les da tirria cuando oyen la palabra disciplina, por todas las connotaciones que tiene con el Poder al cual estamos desafiando. Pero aquí hablamos de la disciplina militante en una organización de nuevo tipo, es decir, de una disciplina que es también colectiva y se basa simple y sencillamente en una presión colectiva para cumplir con los acuerdos también colectivos. Y no estoy hablando de estatutos, sanciones, comisiones de honor y justicia y herramientas por el estilo que nos recuerdan a las organizaciones políticas en las cuales no queremos participar, por eso estamos intentando construir una que sea de nuevo tipo, sino en una que al igual que la militancia, nace del individuo de forma voluntaria y conciente, pero se realiza desde el colectivo. Si yo digo que voy a hacer algo, tengo que aceptar que los demás me digan que estoy mal si no lo estoy haciendo, pues lo mismo haré yo con cualquiera que no esté cumpliendo con su palabra. Cuando entro a la organización acepto sus principios políticos y éticos, su práctica, la forma en que se está construyendo, la forma en que trabaja con nuestro pueblo para construir la rebeldía y la resistencia y entonces, al ser parte de todo ese proceso, entiendo también, y por lo tanto practico, una disciplina militante, que no implica la opresión sobre el otro, sino simplemente la obligación de cumplir con nuestra palabra dada, confiando en que el colectivo lo único que hará será exigirnos ese cumplimiento. La militancia pues conlleva disciplina organizativa, es decir colectiva, no solamente buenos deseos individuales. Por eso mismo, quien no respeta los acuerdos colectivos, quien está más dispuesto a hablar que a escuchar, a vanguardizar que a acompañar, puede sentirse un rebelde, pero no es un militante de una organización de nuevo tipo y es ahí donde la disciplina militante del colectivo le tiene que ayudar a ver si de verdad quiere seguir construyendo junto con los demás o seguir su camino propio.

La militancia entonces, al igual que la construcción de la organización, tiene que verse como un proceso, como algo que se va adquiriendo de manera personal y colectiva, que se asume de manera conciente y voluntaria, que nos fortalece como organización y nos ayuda a irnos convirtiendo nosotros mismos en mejores seres humanos. Es pues, una tarea de enorme complejidad, pero además es la única posibilidad para que la construcción de una organización política que se quiere de nuevo tipo, realmente lo sea. Y es también, por cierto, un proyecto de vida, algo que no se puede ir separando entre horas de chamba militante y horas de vida civil, ni un uniforme que se cuelga al salir de la chamba para usarse de nuevo al día siguiente; no, cuando la militancia es verdadera, es permanente, las 24 horas, y al igual que sus sacrificios, nos trae también muchas recompensas, ni más ni menos que el irnos transformando en mejores seres humanos.

Texto publicado en la revista Rebeldia:
http://revistarebeldia.org/

jueves, 28 de enero de 2016

Doce tesis sobre el anti-poder. Por John Holloway

Extraído de: Contrapoder, una introducción. Toni Negri y otros. Ediciones de mano en mano

1. El punto de partida es la negatividad

Empezamos con el grito, no con el verbo. Ante la mutilación de las vidas humanas por el capitalismo, un grito de tristeza, un grito de horror, un grito de rabia, un grito de negación: ¡No! 
El pensar, para decir la verdad del grito, tiene que ser negativo. No queremos entender al mundo sino negarlo. La meta de la teoría es conceptualizar al mundo negativamente, no como algo separado de la práctica, sino como un momento de la práctica, como parte de la lucha para cambiar el mundo, para hacer de él un lugar digno de la humanidad. 
Pero, después de todo lo que ha pasado, ¿cómo podemos incluso empezar a pensar en cambiar el mundo? 


2. Un mundo digno no se puede crear por medio del estado

Durante la mayor parte del siglo pasado, los esfuerzos para crear un mundo digno de la humanidad se enfocaron en el estado y en la idea de conquistar el poder estatal. Las polémicas principales (entre reformistas y revolucionarios) eran acerca de cómo conquistar el poder estatal, sea por la vía parlamentaria o por la vía extra-parlamentaria. La historia del siglo XX sugiere que la cuestión de cómo ganar el poder no era tan importante. En ninguno de los casos la conquista del poder estatal logró realizar los cambios que los militantes esperaban. Ni los gobiernos reformistas, ni los gobiernos revolucionarios lograron cambiar el mundo de forma radical. 
Es fácil acusar a todos los liderazgos de estos movimientos de traicionar a los movimientos que encabezaban. El hecho de que hubo tantas traiciones sugiere, sin embargo, que el fracaso de los gobiernos radicales, socialistas o comunistas tiene raíces mucho más profundas. La razón por la cual el estado no se puede usar para llevar a cabo un cambio radical en la sociedad es que el estado mismo es una forma de relación social que está incrustada en la totalidad de las relaciones sociales capitalistas. La existencia misma del estado como una instancia separada de la sociedad significa que, sea cual sea el contenido de sus políticas, participa activamente en el proceso de separar a la gente del control de su propia vida. El capitalismo es simplemente eso: la separación de la gente de su propio hacer. Una política que está orientada hacia el estado reproduce inevitablemente dentro de sí mismo el mismo proceso de separación, separando a los dirigentes de los dirigidos, separando la actividad política sería de la actividad personal frívola. Una política orientada hacia el estado, lejos de conseguir un cambio radical de la sociedad, conduce a la subordinación progresiva de la oposición a la lógica del capitalismo. 
Ahora podemos ver que la idea de que el mundo se podría cambiar por medio del estado era una ilusión. Tenemos la buena suerte de estar viviendo el fin de esa ilusión. 


3. La única forma de concebir un cambio radical hoy no es como conquista del poder sino como disolución del poder

La revolución es más urgente que nunca. Los horrores que surgen de la organización capitalista de la sociedad se vuelven cada vez más intensos. Si la revolución a través de la conquista del poder estatal se ha revelado como ilusión, eso no quiere decir que debemos abandonar la idea de la revolución. Pero es necesario concebirla en otros términos: no como la toma del poder sino como la disolución del poder. 


4. La lucha por la disolución del poder es la lucha por la emancipación del poder-hacer (potentia) del poder-sobre (potestas) .

Para empezar a pensar en cambiar el mundo sin tomar el poder, hay que hacer una distinción entre el poder-hacer (potentia) y el poder-sobre (potestas). 
Cualquier intento de cambiar la sociedad involucra el hacer, la actividad. El hacer, a su vez, implica que tenemos la capacidad de hacer, el poder-hacer. Muchas veces usamos la palabra "poder" en este sentido, como algo bueno, como cuando una acción junto con otros (una manifestación o incluso un buen seminario) nos da una sensación de poder. El poder en este sentido tiene su fundamento en el hacer: es el poder-hacer. 
El poder-hacer es siempre social, siempre parte del flujo social del hacer. Nuestra capacidad de hacer es producto del hacer de otros y crea las condiciones para el hacer futuro de otros. Es imposible imaginar un hacer que no esté integrado de una forma u otra al hacer de otros, en el pasado, el presente o el futuro. 


5. El poder-hacer está transformado, se transforma, en el poder-sobre cuando se rompe el hacer

La transformación del poder-hacer en poder-sobre implica la ruptura del flujo social del hacer. Los que ejercen el poder-sobre separan lo hecho del hacer de otros y lo declaran suyo. La apropiación de lo hecho es al mismo tiempo la apropiación de los medios de hacer, y esto permite a los poderosos controlar el hacer de los hacedores. Los hacedores (los humanos, entendidos como activos) están separados así de su hecho, de los medios de hacer y del hacer mismo. Como hacedores, están separados de sí mismos. Esta separación, que es la base de cualquier sociedad en la cual algunos ejercen poder sobre otros, llega a su punto más alto en el capitalismo. 
Se rompe el flujo social del hacer. El poder-hacer se transforma en poder-sobre. Los que controlan el hacer de otros aparecen ahora como los hacedores de la sociedad, y aquellos de quienes su hacer está controlado por otros se vuelven invisibles, sin voz, sin rostro. El poder-hacer ya no aparece como parte de un flujo social, sino existe en la forma de un poder individual. Para la mayoría de la gente, el poder-hacer está transformado en su contrario, la impotencia, o el poder de hacer lo que está determinado por otros. Para los poderosos, el poder-hacer se transforma en poder-sobre, el poder de decir a otro lo que tienen que hacer y, por lo tanto, en una dependencia con respecto al hacer de otros. 
En la sociedad actual, el poder-hacer existe en la forma de su propia negación, como poder-sobre. El poder-hacer existe en el modo de ser negado. Esto no quiere decir que deja de existir. Existe, pero existe como negado, en una tensión antagónica con su propia forma de existencia como poder-sobre. 


6. La ruptura del hacer es la ruptura de cada aspecto de la sociedad, cada aspecto de nosotros

La separación de lo hecho del hacer y de los hacedores significa que las personas ya no se relacionan entre si como hacedores, sino como propietarios (o no propietarios) de lo hecho (visto ya como una cosa divorciada del hacer). Las relaciones entre las personas existen como relaciones entre cosas, y las personas existen no como hacedores sino como portadores pasivos de las cosas. 
Esta separación de los hacedores del hacer-y, por lo tanto, de ellos mismos-está discutida en la literatura en términos estrechamente relacionados entre si: alienación (el joven Marx), fetichismo (el viejo Marx), reificación (Lukács), disciplina (Foucault) o identificación (Adorno). Todos estos términos establecen claramente que el poder-sobre no se puede entender como algo externo a nosotros, sino que permea cada aspecto de nuestra existencia. Todos estos términos se refieren a una rigidificación de la vida, una contención del flujo social del hacer, una cerrazón de las posibilidades. 
El hacer está convertido en ser: esto es el núcleo del poder-sobre. Mientras que el hacer significa que somos y no somos, la ruptura del hacer arranca el "y no somos". Lo que nos queda es simplemente "somos": identificación. El "y no somos" o se olvida o se trata como puro sueño. Se nos arranca la posibilidad. El tiempo se homogeneiza. El futuro es ahora la extensión del presente; el pasado, el antecedente del presente. Todo hacer, todo movimiento, está contenido dentro de la extensión de lo que es. Puede ser lindo soñar con un mundo digno de la humanidad, pero es nada más un sueño. El régimen del poder-sobre es el régimen del "así son las cosas", el régimen de la identidad. 


7. Participamos en la ruptura de nuestro propio hacer, en la construcción de nuestra propia subordinación

Como hacedores separados de nuestro propio hacer, recreamos nuestra propia subordinación. Como trabajadores, producimos el capital que nos subordina. Como docentes universitarios, jugamos un papel activo en la identificación de la sociedad, en la transformación del hacer en ser. Cuando definimos, clasificamos o cuantificamos, o cuando sostenemos que la meta de la ciencia social es entender a la sociedad tal como es, o cuando pretendemos estudiar a la sociedad objetivamente-como si fuera un objeto separado de nosotros-participamos activamente en la negación del hacer, en la separación de sujeto y objeto, en el divorcio entre hacedor y hecho. 


8. No hay ninguna simetria entre el poder-hacer y el poder-sobre

El poder-sobre es la ruptura y negación del hacer. Es la negación activa y repetida del flujo social del hacer, del nosotros que nos constituimos a través del hacer social. Pensar que la conquista del poder-sobre puede llevar a la emancipación de lo que niega es absurdo. 
El poder-hacer es social. Es la constitución del nosotros, la práctica del reconocimiento mutuo de la dignidad. 
El movimiento del poder-hacer en contra del poder-sobre no se debe concebir como contra-poder (término que sugiere una simetría entre poder y contra-poder) sino como anti-poder (término que, para mi, sugiere una asimetría total entre poder y nuestra lucha). 


9. Parece que el poder-sobre nos penetra tan profundamente que la única solución posible es a través de la intervención de una fuerza externa. Esta no es ninguna solución

No es difícil llegar a conclusiones muy pesimistas sobre la sociedad actual. Las injusticias y la violencia y la explotación nos gritan, pero sin embargo parece que no hay salida posible. El poder-sobre parece penetrar cada aspecto de nuestras vidas tan a fondo que es difícil imaginar la existencia de "masas revolucionarias". En el pasado, la penetración profunda de la dominación capitalista condujo a muchos a ver la solución en términos del liderazgo de un partido de vanguardia, pero resultó que no fue ninguna solución, ya que simplemente reemplazó una forma de poder-sobre con otra. 
La respuesta más fácil es la desilusión pesimista. El grito inicial de rabia ante los horrores del capitalismo no está abandonado, pero aprendemos a vivir con él. No nos volvemos aficionados del capitalismo, pero aceptamos que no hay nada que hacer. La desilusión implica caer en la identificación, aceptar que lo que es, es. Implica participar, pues, en la separación del hacer del hecho. 


10. La única forma de romper el círculo aparentemente cerrado del poder es viendo que la transformación del poder-hacer en poder-sobre es un proceso que implica necesariamente la existencia de su contrario: la fetichización implica la anti-fetichización

La mayoría de las veces, se discute la alienación (fetichismo, reificación, disciplina, identificación, etcétera) como si fuera un hecho cumplido. Se habla de las formas capitalistas de relaciones sociales como si estuvieran establecidas al alba del capitalismo para seguir existiendo hasta que el capitalismo sea reemplazado por otro modo de producción. En otras palabras, se hace una separación entre constitución y existencia: se ubica la constitución del capitalismo en pasado histórico, y se asume que su existencia actual es estable. Este enfoque conduce necesariamente al pesimismo. 
Si, al contrario, vemos a la separación de hacer y hecho no como algo terminado sino como un proceso, el mundo se empieza a abrir. El hecho mismo de que hablemos de alienación significa que la alienación no puede ser total. Si la separación, alienación, etcétera, se entiende como proceso, esto implica que su curso no está predeterminado, que la transformación del poder-hacer en poder-sobre siempre está abierta, siempre está en cuestión. Un proceso implica un movimiento de devenir, implica que lo que está en proceso (la alienación) es y no es. La alienación, entonces, es un movimiento contra su propia negación, contra la anti-alienación. La existencia de la alienación implica la existencia de la anti-alienación. La existencia del poder-sobre implica la existencia del anti-poder-sobre o, en otras palabras, el movimiento de emancipación del poder-hacer. 
Lo que existe en la forma de su negación, lo que existe en el modo de ser negado, existe realmente, a pesar de su negación, como negación del proceso de negación. El capitalismo está basado en la negación del poder-hacer, la humanidad, la creatividad, la dignidad: pero eso no quiere decir que esto no exista. Como lo han mostrado los zapatistas, la dignidad existe a pesar de su negación. No existe sola, sino que existe en la única forma en la cual puede existir en esta sociedad: como lucha contra su propia negación. El poder-hacer existe también, no como isla en un mar de poder-sobre, sino en la única forma en que puede existir: como lucha contra su propia negación. La libertad también existe, no como la presentan los liberales, como algo independiente de los antagonismos sociales, sino en la única forma en que puede existir en una sociedad caracterizada por relaciones de dominación: como lucha contra esa dominación. 
La existencia real y material de lo que existe en la forma de su propia negación es la base de la esperanza. 


11. La posibilidad de cambiar la sociedad radicalmente depende de la fuerza material de lo que existe en el modo de ser negado

La fuerza material de lo negado se puede ver de diferentes maneras. 
En primer lugar, se puede ver en la infinitud de luchas que no tienen como meta ganar el poder sobre otros, sino simplemente la afirmación de nuestro poder-hacer, nuestra resistencia en contra de la dominación por otros. Estas luchas toman muchas formas diferentes, desde la rebelión abierta hasta luchas para ganar o defender el control sobre el proceso de trabajo o el acceso a educación o servicios de salud, o las afirmaciones de dignidad más fragmentadas y muchas veces silenciosas dentro del hogar. La lucha por la dignidad-por lo que está negado por la sociedad actual- se puede ver también en muchas formas que no son abiertamente políticas: en la literatura, en la música, en los cuentos de hadas. La lucha contra la inhumanidad es omnipresente, ya que está inherente en nuestra existencia como humanos. 
En segundo lugar, la fuerza de lo negado se puede ver en la dependencia del poder-sobre con respecto a lo que niega. La gente cuyo poder-hacer existe como capacidad de decir a otros lo que tienen que hacer, siempre dependen, para su existencia, del hacer de los otros. Toda la historia de la dominación se puede ver como la lucha por parte de los poderosos de liberarse de su dependencia hacia los impotentes. La transición del feudalismo al capitalismo se puede ver de esta manera, no sólo como la lucha de los siervos para liberarse de los señores, sino como la lucha de los señores para liberarse de los siervos a través de la conversión de su poder en dinero y así en capital. La misma búsqueda de la libertad con respecto a los trabajadores se puede ver en la introducción de la maquinaria, o en la conversión masiva de capital productivo en capital dinero, que juega un papel tan importante en el capitalismo contemporáneo. En cada caso, la fuga de los poderosos con respecto a los hacedores es en vano. No hay forma de que el poder-sobre pueda ser otra cosa que la metamorfosis del poder-hacer. No hay forma de que los poderosos se puedan escapar de su dependencia hacia los impotentes. 
Esta dependencia se manifiesta, en tercer lugar, en la inestabilidad de los poderosos, en la tendencia del capital hacia la crisis. La huida del capital con respecto al trabajo, a través del reemplazo de trabajadores por máquinas o por su conversión en capital dinero, enfrenta al capital con su dependencia final hacia el trabajo (es decir, su capacidad de convertir el hacer humano en trabajo abstracto, productor de valor) en la forma de la calda de las tasas de ganancia. Lo que se manifiesta en la crisis es la fuerza de lo que el capital niega, es decir el poder-hacer no subordinado. 


12. La revolución es urgente pero incierta, una pregunta y no una respuesta. 

Las teorías marxista-ortodoxas buscaron captar la certidumbre al lado de la revolución, con el argumento de que el desarrollo histórico conducía inevitablemente a la creación de una sociedad comunista. Este intento era fundamentalmente erróneo, ya que no puede haber ninguna certeza en la creación de una sociedad auto-determinante. La certeza sólo puede estar por el lado de la dominación. La certeza se puede encontrar en la homogeneización del tiempo, en la congelación del hacer en ser. La auto-determinación es inherentemente incierta. La muerte de las viejas certezas es una liberación. 
Por las mismas razones, la revolución no se puede entender como una respuesta, sino sólo como una pregunta, como una exploración de la realización de la dignidad. Preguntando caminamos.


martes, 26 de enero de 2016

Ni dioses ni césares sino artesanos. Por Sergio Rodríguez Lascano. Texto publicado en la Revista Rebeldía

"Los Caracoles son como diría Mariategui: una creación heroica, ni copia ni calca. Los otros sectores sociales tienen que encontrar sus propios caminos, sus propias políticas para hacer su propia creación heroica. Aquí lo fundamental es desafiar y buscar construir la otra política. No la contra política o la anti-política o el apoliticismo. Sino otra política. La de los que están cansados, hartos y rabiosos de ser subordinados. La de los que no se quedan elaborando propaganda sobre lo malo que es el capitalismo y más en su fase neoliberal, sino la de aquellos que luchan y se organizan para que nadie decida en su nombre, ni instituciones, ni partidos, ni sindicatos, ni ONGs."

1. El poder no es una cosa, un lugar, un espacio, que se conquista, se toma, se asalta o se gana en procesos electorales o en insurrecciones armadas. El poder, y más el poder del capital, es una relación social, que tiene un origen, un génesis, una evolución y, esperamos, un fin. Que se crea y se recrea como mecanismo para perpetuar la relación de dominación más vieja en la historia del género humano: la de mando-obediencia.

Esa relación de mando-obediencia ha sido explicada de diversas maneras: desde aquellas clásicas como la de Hobbes que planteaba que todos los hombres eran iguales y que esa igualdad derivaba del hecho de que cada uno tiene, por naturaleza, el poder suficiente para matar al otro, lo que generaba un clima de inseguridad permanente que requería del Estado para ser solucionado. La inseguridad frente a los otros hombres, según esta visión, es la razón de existencia del Estado. Entonces el Estado adquiere no sólo la representación política sino el monopolio de la violencia, legitimada, supuestamente, en las urnas. Desde luego lo que a partir de ahí hemos conocido han sido las peores masacres de la historia. La inseguridad que ha conocido el género humano no ha sido producto de la irrefrenable posibilidad y capacidad de las personas para matarse unas a otras, sino algo consustancial al poder del dinero: la irrefrenable voluntad por acumular permite la irrefrenable voluntad por dominar que permite la irrefrenable voluntad por asesinar.

Igualmente aquellas en las que se planteaba la necesidad de que existiera un representación, entendida como delegación de poder político, a partir de que la política es una actividad reservada a especialistas, con cierto nivel de calificación, y que, por lo tanto, se imponía la necesidad de generar una nueva profesión: el político. El encargado de interpretar, analizar, desentrañar, y muchas veces, adelantar lo que son las necesidades y los derechos de la sociedad.

2. La democracia representativa es el punto más elevado y sofisticado para comprender ese proceso de secesión del poder político de la sociedad y del ciudadano en lo individual a una nueva casta de políticos profesionales. Para justificar su existencia, en un proceso histórico, los políticos profesionales van generado una serie de leyes, normas y reglamentos que resultan incomprensibles para el ciudadano común y corriente. Los presupuestos, las cuentas nacionales, los decretos, las nuevas ordenanzas, están diseñadas con una serie de códigos que hacen que solamente los iniciados las puedan comprender. No es que sea necesario o indispensable que estén estructuradas con esa hermenéutica, sino que la necesidad de ese lenguaje cifrado existe sólo con el propósito de alejar de manera definitiva al ciudadano de la actividad política. El "mana" del poder existe en función de la producción y reproducción de la especialización y del secreto.

3. Esa especialización genera la esencia de la brecha que tiende a ser cada vez más abismal entre el que gobierna y los gobernados. Y es esa especialización la que sienta las bases de dos procesos: la corrupción y el sentimiento de impunidad. El hombre o la mujer del poder pactan y acuerdan sin pensar nunca en la gente. Ni siquiera cuando supuestamente esos pactos y acuerdos tienen que ver con problemas de la gente. Lo único que guía su actividad es el reconocimiento mutuo de que se tiene la capacidad de decidir. Por eso cuando se dice que la política es el arte de ponerse de acuerdo y evitar el conflicto, y si entendemos que los conflictos surgen a partir de las necesidades de la gente, lo que se está diciendo es que la política es el arte de ponerse de acuerdo pasando por encima de dichas necesidades.

4. Lo que comenzó con el imperativo ético de evitar que los hombres ejercieran su posibilidad de matarse entre sí, acabó siendo una privación total de los derechos políticos del ser humano a decidir sobre su comunidad. Del viejo precepto griego de que "lo que a todos afecte deber ser decidido y discutido por todos" se pasó a la idea de que "lo que a todos afecte debe ser decidido y discutido por los especialistas, por los políticos profesionales". La división social del trabajo que en la fábrica aseguraba una relación específica de mando-obediencia sentó las bases de la otra división del trabajo, en el terreno de la acción política: los que desde el gobierno mandan y los que desde la sociedad debían de obedecer. La separación entre el gobernante y los gobernados no se refleja únicamente en el diferencial salarial que existe sino también en el diferencial que existe en la capacidad de decidir.

5. El neoliberalismo con sus cantos al mercado y a la competencia y sus admoniciones contra el estatalismo lleva a que los políticos profesionales se queden sin los escasos lazos que los unían a la sociedad. Esa liberación de ataduras los ha llevado a verse en un espejo que lo único que refleja es a ellos mismos.

Ya ni siquiera, como antes, miran de vez en cuando hacia abajo, ahora sus miradas se dirigen únicamente hacia sus pares. Por eso en los programas, las tesis, o los análisis sobre lo que son las políticas de Estado, las ideas brillan por su ausencia. La agenda de la política no parte de las consideraciones sociales sino de la necesidad de perpetuarse. A lo más que se puede llegar es a pensar que la alternancia en el gobierno es la quinta esencia de la democracia. Carentes de responsabilidad social se entregan al frenesí del regodeo en la loca carrera por ver quién aparece más en los medios de comunicación o en los videos. Y entonces, la tarjeta de presentación de los más buenos es que son un poquito menos corruptos. Pero, en eso de la corrupción, los enanos sí comenzaron desde pequeños.

6. Si el poder no es un lugar, ni un edificio, ni un espacio y sí, en cambio, es una relación social, entonces el problema que se plantea a todo proyecto de emancipación es el de la construcción de nuevas relaciones sociales. En especial aquellas que tienen que ver con la relación mando-obediencia, no sólo en el espacio de la política sino también en el de las relaciones de producción. Trastocar esa relación representa una modificación sustancial de la dominación política y económica. Significa recuperar lo que por naturaleza le corresponde al ser humano, el control de su destino. Eso permite recuperar el carácter constituyente y soberano del poder de decisión de la sociedad. En ese tipo de relaciones sociales el poder constituyente no reside en la Cámara de diputados o senadores sino en el pueblo. La lucha por introducir a la Constitución los derechos de los pueblos indios fue un proceso que se generó del consenso al que arribaron dichos pueblos. No se trataba de un modelo de autonomía preexistente. Nada más violentador del concepto que la idea de aquellos que buscan establecer reglas y recetas únicas a la misma; la autonomía es un proceso, es una experiencia y no un esquema diseñado desde el exterior de los que la están construyendo. En el papel, muy probablemente, un especialista en autonomía tendría un proyecto que podría aparecer como más completo, un modelo listo para ser aplicado. Pero, nada más contradictorio con la autonomía que aceptar la camisa de fuerza de un modelo teórico. Los indígenas mexicanos decidieron que ellos eran los únicos indicados para establecer las bases de lo que querían porque ellos eran los afectados con la forma que adquirió la formación del Estado nacional. Le dieron la oportunidad a la clase política mexicana y a las instituciones del Estado mexicano para culminar la decisión a la que ellos habían arribado. El Estado, al consumar la decisión de darle la espalda a los indígenas y votar una Ley indígena sin indígenas, demostró que está incapacitado para representar la voluntad política de la población. El proyecto no dejaba de ser inédito e interesante: se trataba de ver si era posible combinar dos formas de democracia: la representativa y la directa.

7. Los zapatistas entendieron que el carácter constituyente y soberano de la decisión de los pueblos indios no podía quedarse reducido a la espera de una mejor coyuntura política que les permitiera volver a insistir en la necesidad de que el Estado reconociera, de verdad, el carácter multicultural y pluriétnico con que está conformada la nación mexicana y, con la legitimidad que les dio el método con el que se elaboró la Ley de Cultura y Derechos Indígenas, decidieron poner en práctica dichos acuerdos e incluso ir más adelante.

8. Las Juntas de Buen Gobierno representan la construcción de nuevas relaciones sociales que buscan eliminar la diferencia que se establece tradicionalmente entre el que gobierna y los gobernados, aunque todavía subsiste, según ellos mismos lo han reconocido, la más vieja de las dominaciones: la de género. Esas nuevas relaciones sociales rompen de una manera duradera con la relación mando-obediencia para generar una nueva: el mandar obedeciendo. Con esto, se está demostrando que es posible romper con la visión de que la tarea de gobernar requiere de una especialización y una calificación que solamente se puede lograr con la creación del político profesional.

9. Con todo se establecen varios rubros específicos de la nueva forma de entender y aplicar la política:

a) Una permanente rotación en las funciones gubernamentales. "Claro que el plan no es que las juntas sean, para usar el término de las 'sociedades civiles', un desmadre. El plan es que el trabajo de la JBG sea rotatorio entre los miembros de todos los consejos autónomos de cada zona. Se trata de que la tarea de gobierno no sea exclusiva de un grupo, que no haya gobernantes 'profesionales', que el aprendizaje sea para los más posibles, y que se deseche la idea de que el gobierno sólo puede ser desempeñado por 'gente especial'. En efecto, casi siempre que todos los miembros de un consejo autónomo ya aprendieron lo que es el sentido del buen gobierno, hay nuevas elecciones en las comunidades y cambian a todas las autoridades. Los que ya habían aprendido se regresan a la milpa y unos nuevos entran... y a recomenzar. Si se analiza detenidamente, se verá que se trata de todo un proceso donde pueblos enteros están aprendiendo a gobernar" (Subcomandante Insurgente Marcos: Leer un video, segunda parte)

b) Una forma de organización social en la que se privilegia de verdad a los que menos tienen.

c) La reconstrucción de la economía moral de la población. En esa economía moral, el FMI o el Banco Mundial o el mercado no tienen el valor social que se les otorga en el resto del país. Se construye una economía de la resistencia en la que preceptos fundamentales como la educación, la salud, la distribución de los bienes —donde el valor de uso tiene mayor importancia que el valor de cambio—, la organización de la producción, etcétera, están planteados en función de las necesidades de la gente y no actúa de la misma manera "la mano invisible del mercado". "En tierras zapatistas no mandan las trasnacionales, ni el FMI, ni el Banco Mundial, ni el Imperialismo, ni los gobiernos de uno u otro signo. Acá las decisiones fundamentales las toman las comunidades. No sé como se llama eso. Nosotros lo llamamos zapatismo" (Subcomandante Insurgente Marcos: La velocidad del sueño, segunda parte)

d) Una forma de relación con el "otro" que rompe con la visión tradicional de que al "otro" hay que destruirlo. Por eso, de una manera cada vez más constante, más comunidades no zapatistas reconocen la validez de dichas Juntas. Esto va recreando lo que fue descartado por el Estado mexicano: la reconstrucción de los pueblos indígenas.

e) Esto permite la puesta en práctica de una "sociedad compleja" —es profundamente reaccionaria la idea de que esto se puede hacer visto el carácter simple, llano, de la conformación de los pueblos indígenas— llenas de particularidades. En una Junta de Buen Gobierno conviven pueblos con idiomas, culturas y tradiciones diversas y, juntos, construyen su destino.

Pero no se trata de construir un falansterio zapatista. No se busca construir un modelo de sociedad que se desenchufe del resto del país y ponga por enfrente todo lo que tiene de diferente del resto. "Pero el nuestro no es un territorio liberado ni una comunidad utópica. Tampoco el laboratorio experimental de un despropósito o el paraíso de la izquierda huérfana" (Ídem).

10. Pero los Caracoles no sólo son resistencia sino también construcción. Si la característica esencial de esta fase neoliberal del capitalismo es el despojo (despojo del salario, de las pensiones, de la salud, de la educación, etcétera) en contra de los trabajadores de todo el mundo —aquí no importa si uno vive en África o en Alemania—, y si, además, ese proceso se hace más violento y sanguinario en contra de los trabajadores del campo y la ciudad que viven en los países más pobres, entonces, hay un momento en que la resistencia no basta, tiene que dar un paso adelante y comenzar a construir (ser arquitectos insurgentes, dice David Harvey, que es nuestro trabajo) otras relaciones sociales que buscan la re-apropiación de la riqueza social que les pertenece: el territorio, los recursos naturales, el trabajo, etcétera.

11. Las Juntas de Buen Gobierno podrían subtitularse "mientras tanto". Nos esperan, nos necesitan. Pero ese acto de velar por medio de la resistencia no podrá mostrar todas sus potencialidades si el resto de la sociedad, con los pobres —la mayoría del país— como fuerza motriz fundamental, no reconstruyen la República (cosa pública), construyendo nuevas relaciones sociales, re-apropiándose de lo que han sido despojados, es decir conquistando ese carácter constituyente y soberano que nadie puede expropiarle de manera definitiva. La lucha por las autonomías no puede ser algo circunscrito a los pueblos indígenas de México, no nos podemos conformar observando que bien lo hacen en Chiapas. Esto tiene mayor importancia cuando el capitalismo ha logrado estructurar un modelo de dominación que si bien ha perdido los vasos comunicantes tradicionales que unían a los sectores sociales con el poder, ha generado en su lugar la idea de que el ciudadano es cliente del Estado, interviniendo sobre todos los niveles de la vida, privatizando lo público y vulgarizando lo privado.

12. Esto significa expropiar a los expropiadores. El poder político de la sociedad le fue expropiado por una pequeña casta. El Estado es también una creación humana, separó a la tierra del cielo. Pero, igual que en el terreno de la economía, las relaciones estatales se fueron cosificando, fetichizando, de tal manera que el Poder cobró vida, comenzó a bailar frente a nuestros ojos y se convirtió en algo ajeno, con vida propia para recrear las relaciones de dominio del capital sobre el trabajo. De esta manera el poder fue convertido en una cosa, un palacio, un lugar, una silla, buscando velar las relaciones sociales que lo sustentan.

Los video escándalos no son sino la parte más patética de ese proceso. El problema no es si son producto de un complot o no, el problema es que representan un síntoma de algo muy profundo, el proceso de descomposición de una forma de organización social y política. El agotamiento de un modelo de democracia representativa cada vez más separada de la sociedad. El fin de toda una época. Lo que sucede es que en su crisis vivimos su fase mórbida. Lo que hace más aguda la situación es que no existe ninguna posibilidad a corto plazo de que encuentren una resolución de esa su crisis, en tanto la clase política busca solucionarla en función de sí misma y no hay nadie, absolutamente nadie, dentro de los partidos e instituciones gubernamentales, por lo menos en nuestro país, que busque una solución por fuera de sí mismos.

Como nunca las palabras de Antonio Gramsci nos ayudan a comprender este proceso: "los partidos no fueron una fracción orgánica de las clases populares (una vanguardia, una élite) sino un conjunto de galopines o maniobreros electorales, una asamblea de pequeños intelectuales de provincia, que representaban una selección al revés. Dada la miseria general del país y la desocupación crónica de estos sectores, las posibilidades económicas que los partidos ofrecían no eran para nada despreciables. Se ha sabido que en algún lugar, cerca de un décimo de los inscritos en los partidos de izquierda rebuscaban una parte de sus medios de vida como soplones (...) En realidad, para ser un partido bastaban pocas vagas ideas, imprecisas, indeterminadas, difuminadas: cualquier selección era imposible, faltaba todo mecanismo de selección". De la misma manera que existe la fetichización de las mercancías existe la fetichización de las relaciones de poder.

13. Pero mal haríamos con el pensamiento zapatista si planteáramos que de lo que se trata es de construir muchos Caracoles en el país. La consigna no es, no puede ser: uno, dos, tres, muchos caracoles. Todo lo que se convierte en modelo empobrece por partida doble: a los que están haciendo la experiencia y a los que quieren imitarla. Los Caracoles son como diría Mariategui: una creación heroica, ni copia ni calca. Los otros sectores sociales tienen que encontrar sus propios caminos, sus propias políticas para hacer su propia creación heroica. Aquí lo fundamental es desafiar y buscar construir la otra política. No la contra política o la anti-política o el apoliticismo. Sino otra política. La de los que están cansados, hartos y rabiosos de ser subordinados. La de los que no se quedan elaborando propaganda sobre lo malo que es el capitalismo y más en su fase neoliberal, sino la de aquellos que luchan y se organizan para que nadie decida en su nombre, ni instituciones, ni partidos, ni sindicatos, ni ONGs.
Pero estamos hablando de lo que eran los pilares más sólidos de la dominación. Y estas mediaciones representaban la parte fundamental de la certeza revolucionaria o reformista. Esas certezas no existen más. Pero la incertidumbre no es sólo una vocación sino una realidad a partir de que todavía estamos en la fase inicial de un proceso de largo aliento. En 1848, cuando estalla la revolución en casi toda Europa, Carlos Marx bautizó ese gran estallido como la "primavera de los pueblos". Después de un largo y penoso invierno, el 1 de enero de 1994 se comienza a vivir la nueva primavera de los pueblos. En ambas épocas, encontrar los elementos universales y unívocos era complicado. El Manifiesto del Partido Comunista escrito por Marx y Engels bajo encomienda de un grupo de personas que iban de Blanqui a Bakunin, representaba el análisis de tendencias generales que se iban a materializar muchos años después. La clase obrera de la que se hablaba, estaba naciendo, su geografía estaba en gestación, su tiempo y su espacio se estaban construyendo. Por eso, en la primera reunión de la primera internacional, junto a donde estaba sentado Marx, estaba un zapatero, un sastre y un alfarero, el artesano todavía se defendía del ataque del capital.

Si es verdad que hoy vivimos un nuevo inicio, una nueva primavera de los pueblos, a lo más que podemos aspirar es a describir las grandes tendencias que se expresan en el movimiento real de la sociedad. Una teoría acabada sobre esto no sólo es una asignatura pendiente sino que existe la posibilidad de que siempre lo sea; por lo menos una teoría entendida como camisa de fuerza, que a fuerza de elaborar abstracciones, elimina las particularidades, empobrece la experiencia, limita las preguntas, prescinde de la capacidad de maravillarse por lo desconocido o inesperado, aniquila las contradicciones y mediatiza la práctica política.

Los zapatistas lo formulan así: "Nuestra reflexión teórica como zapatistas no suele ser sobre nosotros mismos, sino sobre la realidad en la que nos movemos. Y es, además, de carácter aproximado y limitado en el tiempo, en el espacio, en los conceptos y en la estructura de esos conceptos. Por eso rechazamos las pretensiones de universalidad y eternidad en lo que decimos y hacemos".

Aquí es donde se encuentra, creo yo, lo fundamental del zapatismo, no en tal o cual forma que adquiere su otra política sino en la necesidad de la misma. Y esa necesidad está basada en varios elementos que aquí solamente señalaremos:

a) La crisis que frente a los embates del capital vive el Estado-Nación.

b) La crisis de las mediaciones que ese Estado generó para su dominio (los partidos, los sindicatos, las organizaciones agrarias, las instituciones estatales de "mediación", el corporativismo, el nacionalismo como ideología, etcétera).

c) La crisis del carácter representativo de la democracia, que le expropia al ser humano su capacidad de decisión.

d) La irrupción violenta de la gente en los espacios reservados a los políticos profesionales. Lo que ha permitido que la brecha entre lo social y lo político comience a hacerse más tenue. Esa frontera formaba parte de la forma como se entendía el mundo en la prehistoria, a saber, el siglo XX (como dice el Subcomandante Insurgente Marcos). Lo social le correspondía a los sindicatos, lo político a los partidos. Hoy existen millones de indocumentados —sin títulos, sin diplomas, sin certificados— en el paraíso de la política, mundo reservado a un selecto número de especialistas. El espacio de la política ha sido asaltado por millones de parias que no han leído a Max Weber. Claro, tampoco una gran mayoría de los que antes vivían en ese mundo lo habían leído, pero hacían como que sí. Esta irrupción de energía social —a pesar de la "border patrol" en que varios pensadores de derecha y de izquierda se han convertido, espantados por la llegada de la chusma que además de todo no pide permiso— está tomando el cielo de la política por asalto. Recuperando la vieja idea que se expresó en el himno internacional de los trabajadores en el siglo XIX: ni dioses ni cesares. Mejor artesanos, diríamos nosotros, parafraseando a Teodor Shanin.

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